La vida se dibuja delante del hombre como una línea en blanco. El hombre comienza a caminarla lleno de expectativas y sueños como un niño. A medida que va caminando por ella todos esos sueños y expectativas van muriendo lentamente si tiene un cierto ambiente contenido o demasiado rápido si lo lanzaron al torbellino del mundo. Luego de esto suele vivir dolido por los sueños que perdió y los que nunca va a tener en el futuro. Y si tiene alguno nunca va a ser tan hermoso como los que tenia de niño, esa frescura, espontaneidad, creatividad y mundos maravillosos nunca van a volver a él como cuando los tenía en la infancia. Y aunque él hombre sea completo, se desarrolle en varios de los ámbitos de la vida, sea un “hombre de éxito”, incluso sea un “buen hombre”. Va estar lleno de cosas por fuera, incluso puede tener algunas por dentro, pero la sensación es que nunca más va a estar completo. Le va a faltar ese pedacito pequeño, que a veces tanto despreciamos las personas por considerar poco necesario para la vida, el dulce sueño de la infancia, la niñez. Y la niñez no es inseguridad o apego a los padres por necesitar todo lo que nos dan, no es sentirse indefensos. La niñez es esa armadura de plumas que tiene los niños de poder vivir sin preocuparse por el futuro, ni por el pasado. Es la capacidad de vivir todo como un permanente juego, no importa lo que se haga, todo es un juego, tiene el peso, la importancia y la seriedad del juego. Y si no creen que para un niño es tan importante y serio jugar como para un adulto trabajar, siéntense un rato a observar a un niño jugar solo y verán que pone tanto empeño y concentración como un adulto responsable al trabajar. La diferencia con este es que el niño sigue disfrutando de lo que hace y para el es un juego. Si aprendiésemos de ellos a tomarnos las cosas mas como un juego, creo que nuestra vida podría dar un vuelco. Los niños viven con una actitud semejante a la que se ve en la naturaleza, tomando lo que necesitan y les brinda la vida y dejando todo el resto y los que le quita atrás. Por cierto que sufren y les duelen las perdidas, pero tienen también la capacidad de ser sinceros con sus sentimientos y de no esconderlos, entonces si algo les duele pueden llorar, y si les duele mucho pueden llorar mucho. No se amedrentan con los pensamientos de si quedare mal o si van a mirarme raro por largar un par de lagrimas en publico. Ellos simplemente abren la boca a todas sus anchas, llenan sus pulmones de aire y largan un enorme alarido de dolor, más si el daño fue físico. En cambio si lo que les dolió fue el corazón, lo que generalmente se da es el silencio y solo se ven caer las lágrimas a borbotones desde sus ojos por encima de sus mejillas grandes y redondas. Por el contrario nosotros los “Grandes” hemos perdido la capacidad de ser sinceros con nosotros mismos, con nuestros sentimientos, deseos y verdaderos sueños. Es cierto que cargamos con el peso y las responsabilidades de los adultos, que no tenemos tiempo para pararnos a jugar. Pero si lo notan los niños tampoco tienen tiempo para pararse a jugar, ellos simplemente lo hacen a lo largo de todo el tiempo, y a través de ello aprenden, sueñan y construyen mundos maravillosos dentro de este mismo mundo. Nunca el mundo que construyamos los adultos será tan hermoso y maravilloso como el que viven todos los días los niños. Ellos pueden pelear guerras sin que salga nadie herido más allá de un chichón, o hacer una casita con almohadones sin temor a que esta se derrumbe y mucho menos lo hará el matrimonio que crearon en su imaginación, sirven el té o café con total y entera dedicación, y con una delicadeza y detalle que asombraría a los adultos, y sin embargo de la tetera nunca sale nada más que los sueños del niño. Por esto es que pocas cosas del mundo de los adultos pueden maravillar y sorprender a un niño. Pero increíblemente hay algo que si los sorprende de sobremanera y que pasada la sorpresa les encanta y es que un adulto juegue como ellos y con ellos. Que pelee guerras de fantasía tirando granadas hechas de almohadas o bombas que se parecen a globos o incluso que dispare rayos de sus manos. Esto les encanta y los maravilla, que los adultos se adentren en su mundo, que compartan sus vivencias, sus peleas y sueños, que puedan volver a ser niños.
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