lunes, 25 de abril de 2011

Ignacio


La sonrisa de un ángel,
el rostro de un niño,
la fuerza de un hombre,
el espíritu de un mártir.
Fuiste todo eso y
fuiste mucho más
hermano mío.
Tu nombre pareció
sellar tu destino,
Ignacio, Hombre de Fuego,
te llamaron.
Tanto fue así que tu cuerpo
parecía no poder contener
tan grande espíritu, de tal forma
que este se consumía con las llamas
que de él se desprendían.
Y como el papel echado a las brazas
se consumió en lo que dura un suspiro
para dejar libre tu espíritu,
para soltar tu alma.
Y yo tuve el privilegio de observar
un solo segundo el encandilante
destello de tu alma, y ese breve
instante me basto para querer seguirla
incluso hasta tu nueva casa.

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