domingo, 3 de abril de 2011

Ricardo, Corazón de León


El otro día conocí a un rey de historias legendarias.
Un rey sin corona, sin capa y sin espada.
Un rey al que despojaron de su reino
y que solo le dejaron como lecho un banco de la plaza.
El otro día lo conocí,… volvía de la guerra
por la cual lo había dejado todo
y de la cual regresaba sin nada.
Venia de las cruzadas
cuando paso cerca de donde yo me encontraba
y me vio abatido por mis propias batallas.
Fue ahí cuando el soberano me ofreció lo único que tenia
y todo lo que le quedaba.
Las historias de sus batallas y su nada…
En ese instante descubrí el verdadero tesoro que guardaba
tras haber vencido en una lucha tan encarnizada.
Ahí estaba…,
detrás de su rostro cuarteado por las inclemencias del tiempo,
un alma viva mirándome desde los ojos del rey.
Estaba llena de llagas y de dolor,
pero tan a flor de piel que se le escapaba de su cuerpo
en el reflejo de una lagrima.
Entonces comprendí que el rey que nada tenía
era porque nada necesitaba.
Su alma había sido limpiada en el dolor
y por eso era una sola llaga.
Era por esto que podía brillar
como un diamante atravesado por el sol…
y ser El Rey Ricardo,…
el del Corazón de León.

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