miércoles, 15 de junio de 2011

Quijote

Nací en este mundo sin saber por qué
y como Quijote alocado me lancé
a la búsqueda de respuesta
sin medir consecuencias.
Ataque a los molinos de viento
seguro de vencer y como mi predecesor
rompí mi lanza, mi escudo
y mi cuerpo contra ellos.
Una vez que me hallaba vencido
y burlado en el suelo, roto en mil pedazos
se acerco a mi un niño pequeño.
Venia descalzo, vestido con una tunica
y solo portaba una rosa en sus manos.
Dulcemente me sonrió, extendió su brazo hacia mí
y ofreció regalarme el tesoro que guardaba.
Tome la flor y él se quedo las espinas.
Entonces como el polen llevado por el viento
se desvaneció de mi vista.
Llore su partida y mientras lloraba
el perfume de la rosa inundo mi alma
y curo mis llagas.
Aun dolido me levante del piso.
Vi mi cuerpo, que antes había sido abatido,
completamente restituido,
aunque en el cicatrices quedaban.
Entonces alce mí vista al firmamento,
buscando aquel niño que había sido mi consuelo
y mis ojos se encontraron con la luz que venia del Cielo.
Cegado por la belleza de semejante destello
cubrí mis ojos para protegerlos
y comprendí ahí que no estaba listo para seguirlo.
Entonces me agache nuevamente al suelo,
tome mis armas, mi escudo, mi lanza y mi espada.
Las eche a mi hombro y partí en busca de mi destino,
esperando un día ser digno de volver a encontrar a ese niño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario