Las Mil y Un Guerras son las que pelea el Hombre dentro de
si mismo.
Combate por él y con él.
Nada, ni nadie puede apaciguar su combate.
Cuando las batallas se desatan y uno se acostumbra a pelear
dentro de si mismo puede llegar a vivir afuera simultáneamente como si nada pasase
dentro, como si la calma de un lago fuese lo que hay por dentro cuando en
realidad es la misma tormenta lo que esta desatada.
No se vive así porque uno quiera sino porque uno no puede
hacerlo de otra forma. Los que viven por fuera no saben ni pueden comprender lo
que es combatir por dentro si no lo han experimentado. Las Mil y Un Guerras se
combaten en el Corazón, en la
Mente y en el mismo Cuerpo. Y ellos no tienen idea de lo que es
esto y cuando uno trata de explicarles lo que es vivir así, desangrándose por
dentro, ellos desesperan, se inquietan, se ponen tristes y tratan de ayudar con
lo poco que pueden como si fuesen un niño pequeño intentando reparar lo que su
propio padre no puede.
Y en ese instante a uno lo invade la tristeza de verse que
no puede ayudarlo aquel que esta adelante, y que aquello que más se desea en
ese momento no se va a tener, comprensión. Entonces luego de la Guerra Mil , uno sonríe
resignado, se levanta de su derrota anterior, cura sus heridas como puede,
acomoda su armadura y prepara sus armas, se sacude el polvo y se lanza a la Guerra Mil Uno.
Y aunque la desesperación ante el eterno combate amedrenta
el corazón del Hombre la esperanza también aparece para pelear dentro de él
y por él. Esta surge cuando uno comienza
a ver que el enemigo cae al menos tantas veces como uno, que el sangrar no
implica desangrar, que las lágrimas pueden ser un arma y que el Sol brilla
através de las nubes de polvo que levanta el combate y que lo hace aunque
muchas veces estas lo tapen.
Y entonces el Hombre comienza la Guerra Mil Dos…, pero esta vez
lo hace con la Esperanza
como hermana en la batalla.
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