lunes, 25 de julio de 2011

Ese dulce corazón…

¿Qué es esa voz extraña para los hombres
que llega al oído de nuestra alma y la llama,
y la enciende, y la envuelve, y la ama?

¿Qué es ese poder que es capaz de hacer
que los hombres caminemos sobre abismos
y nos precipitemos al olvido con tal de seguir esa voz…,
esa dulce voz… que nos llama… que nos ama?

¿Quién es ese que es el Sol detrás del sol,
la Luz detrás de la luz, esa llama eterna
sin la cual nuestro corazón se enfría hasta la muerte?

¿Quién nos llama así? ¿Quién nos puede atraer así
para que seamos capaces de dejar todo…
solo con el fin de no perder el rastro de su dulce néctar,…
solo para ser capaces de seguir el aroma
que se desprende de la ambrosia de su corazón…
de ese dulce corazón… de ese corazón lastimado…
de ese corazón atravesado… de ese corazón espinado
solo por amor… solo por atreverse a amar
y a abrazar a las almas heridas…
a todas las almas perdidas…?

Fue él quien tomo la rosa con espinas
y la llevo a su corazón… y la abrazo.
Y se vio coronado con el dolor de las espinas,
pero también con el perfume y la belleza de la rosa.
Por eso se convirtió en rey de ambas,
porque las conquisto, porque llevo a su corazón
la flor completa,… la rosa y sus espinas,…
porque se llevo la flor humana,… la rosa del alma…
Así conquisto al hombre, así se llevo su corazón
para siempre… y nos regalo el suyo a cambio…

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