Mi alma anhela un hogar y llora lagrimas de sal.
Recorre un Valle donde lo único que hay es polvo.
Donde las palabras pesan menos que el Viento.
Donde los hombres no son de verdad,
sino simples maniquíes de lo que pudieron ser.
Un lugar donde el frió cala hasta los huesos,
pero ni ellos duelen ya.
¿Qué me motiva entonces?
¿Qué me hace seguir caminando por este valle?
¿Es acaso el anhelo de ese hogar?
¿Será la esperanza de encontrar ese lugar?
Sigo caminando y caminando.
Recorro… busco y no encuentro…
Me caigo, me levanto.
Me pierdo y me encuentro.
Salgo y entro en mí.
Sigo buscando, sigo caminado.
Se escapa ese lugar de mí, me evade.
Parece invisible, como si solo fuese un sueño lejano.
Un sueño casi olvidado…
Pero no lo he olvidado.
El regresa a mí con cada lagrima que lloro,
con cada gramo de sal.
Saber que lo he perdido, duele más que el olvido.
Y ese mismo dolor me confirma su existencia.
Los sueños nunca desgarran el alma.
Simplemente dejan sabor a vació, sabor a nada.
Por eso seguiré caminando, seguiré buscando mi hogar.
Mi alma no podría descansar en paz
si me resigno a vivir en este lugar.
Si me quedo en este Valle de Lagrimas de Sal.
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