He
visto a través del prisma del mundo
y descubierto que los hombres somos
más parecidos entre nosotros
de lo que nos gustaría aceptar.
Nuestros principios, nuestros deseos
y nuestros miedos tal vez sean diferentes,
pero la forma en la que actuamos,
los procesos que llevamos a cabo en nuestro interior
y la forma en la que los hacemos son semejantes,
por no decir iguales.
Y así como en los otros podemos vernos,
podemos encontrarnos para aprender,
así mismo los otros pueden hacerlo en nosotros.
De esta forma el mundo es un reflejo mío
y yo soy un reflejo del mundo.
Por ende lo que hay en él está en mí y viceversa.
Así su historia, la del mundo, es mi historia,
su tiempo es mi tiempo.
La humanidad ha evolucionado
desde sus orígenes a lo que es hoy,
incluyendo sus tropiezos
porque de no haberlos tenido no hubiese crecido,
igual como me sucedió a mí, y aún le falta crecer,
como a mí me falta hacerlo también.
Por ende mis posibles ochenta años de vida y crecimiento,
de aprendizaje y adquisición de sabiduría
equivaldrán a ochenta mil para la humanidad.
¿Quién sabe?
Sólo el tiempo lo dirá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario