“Una voz grita en el
desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán
rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los
senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres
verán la salvación de Dios”. (Lc 3, 4-6)
Y las palabras quedaron
rebotando en mi cabeza y de golpe entendí que la última frase era literal, que “todos
los hombres verán la salvación de Dios”. Y entonces me maraville, pero al
instante dude, ¿cómo era esto posible si muchos en el mundo parecen no merecer
la salvación? Y mi mente volvió hacia atrás en el texto, “Los valles serán
rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas.” Y ahí pude comprender,
cuando mi corazón se abrió, que unos éramos valles y otros montañas, que unos éramos
deudores y otros tenia de más. Lo vi en mi propia historia y en el reflejo de
la vida de mi hermano Ignacio, él no tenía por qué vivir lo vivido, por qué sufrir
lo sufrido pero lo hizo y lo hizo con amor. Entrego cada segundo de su corta
vida con amor y mientras más el dolor y la muerte se acercaban a su encuentro
esa entrega era mayor. Por otra parte, yo que no caminaba por su sendero me
hundía en mi propio valle y allí dentro en mi abismo. Pero su forma de vivir y
su ejemplo fue lo que a mí me llevo salir de mi propio abismo. Él con su
sacrificio, su cuota a favor, su montaña, relleno el valle de mi vida. Entonces
comprendí que esto será para toda la humanidad a lo largo de toda la historia
humana y que recién cuando la deuda de todos los seres humanos de cero “todos
los hombres verán la salvación de Dios” y este mundo como lo conocemos acabara.
Al principio quise
resistirme a esta idea, dentro mío dije “no, no puede ser, no sería justo”,
pero mi corazón me decía que me equivocaba al negarme a aceptarla. Y pregunte ¿cómo
es esto posible? Y entonces vi que en esa entrega no había nada más y nada
menos que puro amor y por ende quienes daban a quienes no tenían aquello que
les sobraba para entrar al Cielo hacían en si una entrega total que no generaba
deudas ni ataduras y de esta forma lo hacían por Dios y en este acto y en esta
entrega generosa de las recompensas y del pago de las deudas estaba plenamente
reflejada la voluntad y misericordia real de Dios. Y entonces me sentí muy,
pero muy pequeño…
:) somos pequeños.
ResponderEliminarSi lo somos :)
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