Alce mi mano hacia el cielo y tome el Sol.
La felicidad ilumino mi rostro al sostener semejante tesoro.
Mis ojos destellaron al ser inundados por la luz
y pude observar los sueños y pesadillas de los demás.
Los secretos de las almas se abrieron ante mí
y comprendí que todos ansiaban el Sol,
pero muchas veces ni siquiera sabían donde buscar
y en la desesperación de no alcanzarlo
se entretenían con replicas de él,
que muchas no tenían siquiera el falso brillo del oro.
Entonces esas almas, como niños que juegan
en mundos de fantasía, se mentían su propia felicidad
con tal de no admitir que no era el Sol
lo que habían alcanzado y así acallaban
sus propios gritos que reclamaban seguirlo buscando.
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