Tal
vez no somos un ánima,
sino una nación de ánimas.
De animosidad, de animalidad.
Y creemos ser reyes en nuestro reino
cuando son otros los que ostentan el trono.
Tal vez he ahí el secreto,
gobernarnos como una nación de ánimas, de ánimos,
sin animosidades, sin animalidades.
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